Hace mucho tiempo que no escribo en este blog. Hoy es 15 de mayo. El 15 de marzo, hace dos meses calendario exactamente, el presidente de la Argentina anunciaba el cierra de las escuelas por la pandemia de Covid-19. Estábamos festejando el cumpleaños número 15 (ya es la tercera vez que menciono este número!) de mi hijo mayor y acá los adolescentes y niños celebraron emocionados y a los gritos la noticia. Los adultos sonreímos, pero muchos tuvimos una sensación extraña, no entendíamos qué iba a significar esto para nuestras vidas.
Un colegio vacío:
Para los adultos presentes que además se desempeñan como docentes, en este caso mi hermana Melanie y yo, la sensación fue aún más extraña. El lunes y martes fuimos al colegio y trabajamos como nunca: en una carrera contra el tiempo docentes y directivos de todos los niveles armamos una estructura de continuidad pedagógica a distancia que le asegurara a nuestros alumnos y sus familias que el aprendizaje no se iba a interrumpir. En equipos nos enseñamos mutuamente cómo hacer tutoriales, cómo armar videoconferencias con -la hasta ese momento desconocida herramienta – Zoom, los que sabíamos usar classroom introdujimos a otros en esta plataforma. A un ritmo que no nos permitía ni pensar en lo que vendría, qué nos significaría y por cuánto tiempo duraría, pasaron 48 h de trabajo intenso, en equipo, constructivo. Se vivió una atmósfera de “podemos juntos” y pocos registramos estos últimos momentos como una despedida de toda esta estructura que nos sostiene, de nuestros afectos, nuestros colegas, la cotidaneidad. No llegamos a inhalar ese último aire de comunidad y disfrutarlo.
A partir del miércoles 18, ya nos empezamos a quedar en casa y el viernes 20 fue el primer día del aislamiento preventivo obligatorio y el colegio quedó completamente vacío.
Siguieron semanas de adaptación, de sensación de sobrecarga, de agobio y de todo aquello que ya todos conocen porque lo han vivido, algunos nos hemos logrado organizar mejor que otros, algunos tenemos condiciones más favorables que otros. Dos meses más tarde, no sabemos cuándo volveremos a clase.
Esta situación tiene algo de pesadilla, pero también algo de sueño. Salir a la calle, ver a la gente distanciada, con barbijo, es pesadillesco. Uno puede llegar a acostumbrarse, pero si toma distancia y lo observa friamente, se siente como viviendo una película, una irrealidad.
El no poder estar en el aula es lo que particularmente más me duele, es la esencia de nuestra profesion: el contacto con los chicos. Extraño hasta lo más impensable: el bullicio en el comedor lleno, que me interrumpan en mi corto y preciado recreo para preguntarme algo sobre la prueba. Sus historias y anécdotas, las risas y las lágrimas que a veces con éxito y muchas sin éxito intentamos consolar… es imposible poner en palabras todo lo que extraño, porque es algo muy físico.
Pero sin imaginarlo, también me encuentro cumpliendo un sueño: no hay más notas. Hay muchas incertidumbres: trimestres o cuatrimestres, ciclo lectivo continuo o no, cuándo volvemos y cómo. Pero lo que sabemos es que no habrá notas numéricas.
¿Perdón? ¿Going gradeless? ¿Teachers throw out grades? #TTOG! Un sueño hecho realidad!
En este mismo blog hace ya casi 3 años me ocupé de este tema en este blogpost. Tenemos una oportunidad para cambiar el paradigma? Poner en el foco en el aprendizaje y no en la nota?
El desafío es enorme porque supone también un corrimiento del alumno de un lugar dependiente de la nota, como única herramienta para saber dónde está parado. ¿Ofrecerle una rúbrica elaborada, un buen feedback, junto con una nota? Malas noticias, pocos alumnos leerán el feedback que tanto tiempo nos llevó hacer, ni tampoco la rúbrica. Ven la nota:¿aprobé? Bien, no necesito más.
Los estudios de Butler y Shibaz (2014) sobre el impacto de la motivación de profesores en el vínculo con los alumnos y sus consecuencias sobre el aprendizaje, también analizan la influencia de los comentarios y las calificaciones sobre los aprendizajes y demuestran que los alumnos que han recibido solo comentarios de retroalimentación a sus trabajos progresaron mucho más en sus aprendizajes que los que recibieron sólo notas o comentarios + notas.
Tenemos una oportunidad, ojalá podamos tener la energía también para crecer en un momento tan difícil y demandante y aprovecharla.
Hace dos semanas o algo así (perdemos noción del tiempo), estuve en una charla muy interesante con Axel Rivas y Meli Furman (un zoom que ofreció UDESA para sus alumnos), y él explicaba que el nivel 2 de nuestro sistema escolar, la estructura propia del sistema, una estructura antigua, homogénea y global, es el que en este momento se cayó completamente y simultáneamente en todo el mundo. Se nos cayó la capacidad de imponer, esa responsabilidad recae parcialmente sobre las familias. Pero más que nunca ahora todo está en manos de ellos, los chicos y sus motivaciones.
Los extraño tanto…